La naturaleza nos ofrece una variedad infinita de
flores que fascinan y deleitan. Sería ridículo dictar sentencia
sobre ellas. Retarlas para que florezcan.
Las flores se desarrollan en forma natural, es decir, crecen y florecen
a su propio ritmo.
Los que más amamos merecen la misma
consideración, especialmente porque no podemos conocer sus luchas internas y
aunque tengamos la mejor de las intenciones, esa impaciencia para que ellos
“crezcan” implica que creemos que es algo simple, sencillo y caemos en
subestimar muchas veces sus pequeños pero significativos logros.
En mi experiencia como mamá y con mis 3 hijas aprendí que si deseaba que cada una de ellas prosperara, sencillamente
debía dejarlas vivir de acuerdo con su propia naturaleza. Reconozco que muchas veces me rendí ante mi
intolerancia, las enfrenté y empujaba con vehemencia al ver que cada una
decidía por sí misma en tiempos diferentes lo que yo creía urgente y esencial. Las tres imponían sus propios colores, formas y estilos para crecer. Las semillas que alimenté paciente, y cuidadosamente en cada una de ellas sin darme cuenta un día, no el elegido
por mí, crecieron y florecieron. Solo estaban esperando su momento.
Estoy segura de que ellas sabrán caminar superando la adversidad del sol y del viento. Que con la lluvia se mojarán, pero crecerán y lo mejor que puedo hacer por ellas es permanecer a un costado, no de lado sino al lado, respetando sus tiempos, ofreciéndoles paciencia, viéndolas avanzar, respetando sus caminos, ofreciéndoles mi presencia, recordándoles lo importante que son para mí, dándoles esperanza, ánimo, comprensión, visión, confianza, seguridad, testimonio y simplemente disfrutar que sigan creciendo y floreciendo.
Susana La Puente
Terapeuta Familiar & Coach PNL
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